Con el uso de pantallas, nuestro comportamiento es teleguiado por los imperios feudales del mundo virtual. Tiempo de hedonismo e individualismo; de consumo en exceso (incluido sustancias nocivas para la salud), prisa, ostentación y pérdida de reflexión e identidad. Hasta los vínculos de sangre “son hoy on line”. Hay déficit de capacidad para poner límites. Así lo advierte el experto en psicología y antropología, el brasileño Carlos Linhares (*), quién a su vez nos da líneas de acción para enfrentar este proceso.
Linhares, oriundo de Salvador de Bahía, estuvo en Misiones la semana pasada para dictar el segundo módulo del postitulo “Actualización Académica, Especialización y Diplomatura Superior en Educación Ambiental y Ciudadanía Global”, que el Instituto Superior Multiversidad Popular brinda en sus sedes ubicadas en Posadas y en Jardín América. Su disertación tuvo como eje “Consumo responsable y participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales”. Aquí, sus conceptos en una enriquecedora charla que nos compartió durante la estadía en la tierra colorada:
En su charla, en el marco del postítulo de la Multiversidad, aborda la influencia del uso excesivo de pantallas y de cambiar nuestro comportamiento. ¿A qué se refiere específicamente y cómo eso se vincula con generar un mundo mejor?
Estudio antropología hace 20 años, soy psicólogo y ahora tengo la maestría, pero siempre me ha encantado la psicología social, la psicología de grupo.
Trabajo como un acordeón: abro como antropólogo, con análisis social de la cultura, y como psicólogo – he hecho una formación en psicoanálisis- vuelvo al centro, abro y cierro. He hecho una metáfora de las gafas bifocales: mirar de cerca, mirar de lejos. Un contacto, una lectura, y siempre trabajo con eso de la resistencia: ¿Por qué no cambiamos? Nos gusta hablar de modernización, pero ¿qué es lo moderno? Tengo mucha experiencia con empresas que quieren modernizar con tecnología, pero no con el comportamiento. Y la tecnología no es la modernización. Es necesario otro comportamiento.
¿Cómo sería lo del comportamiento? ¿Por qué focalizar en el comportamiento?
Es la actitud. Si tienes un aparato como el teléfono celular que se llama Smartphone… ¿El comportamiento de Smart, sería crítico analítico? Somos justamente lo contrario, somos muy pasivos. Esta es la puerta de entrada de lo que manda en todo, que es el consumo. Son centros de influencia de comportamientos. ¿Qué es Google? Es una tienda de venta. Todo es publicidad, todo es venta: Google, Amazon, Microsoft, Netflix. Ellos son los que mandan, los imperios feudales, el neofeudalismo, porque ellos tienen trozos, partes de la nube, y están sobre nosotros influenciando, persuadiéndonos…
Nuestro comportamiento es teleguiado. La tecnología está haciendo eso. Comportamiento de prisa, aceleración. Ellos han recreado el tiempo de urgencia; la economía de la atención que es el tiempo que estamos delante de las pantallas, pantallas omnipresentes que magnetizan a niños, trasmiten un modelamiento corporal, estilos, la idealización de los cuerpos…
¿Apunta a una pérdida de reflexión?
Si, sí. Hay una disminución neurológica. El libro “La fábrica de cretinos digitales”, del experto en neurociencia Michel Desmurget, una primera síntesis sobre los peligros reales de las pantallas demuestra con exámenes neurológicos, con láminas, la disminución de áreas desarrolladas porque no se usan, porque el niño no está haciendo más preguntas, está todo dado todo fácil…
¿Esto hace que me cueste identificar lo que me hace bien y lo que me hace mal?
Claro. Ahí entramos nosotros porque el consumo entra sin límites. Hasta antes de los 70 había una cultura del consumo donde consumir era peligroso porque teníamos que ahorrar para el futuro, había una cultura de previdencia, como la fábula de la Cigarra y la Hormiga, porque son dos éticas: la Cigarra canta, canta y es irresponsable, y la Hormiga avanza con cuidado, pensando en el futuro. De repente cambiamos todo: salimos de consumir para vivir a vivir para consumir. Hoy estamos en la cultura de la ostentación, la cultura del exceso. Si hay exceso de consumo, hay exceso de basura, y de métodos no responsables de producción. Reciclar no es suficiente. Tenemos que pensar cómo evitar esos excesos. Y no es solo consumo de cosas, sino de signos, de símbolos. El consumo ha perdido su noción de valor de uso, valor de cambio, ahora es el valor de símbolo. Tenemos un celular no solo porque es útil sino porque es de una marca determinada. Que no es una necesidad, sino un deseo.
¿Esta situación se puede modificar con la educación?
Sí. Con la educación, con proyectos sociales, pero lentamente. Debemos tener mucho cuidado con la mala interpretación del consumo. Por ejemplo: a mí no me gusta el tatuaje, piercing o determinados peinados, pero a los chicos sí. Tengo que entender que ahí hay un signo, un valor oculto, secreto, clandestino, y los profesores debemos tener siempre una comprensión de cierto tipo de consumo. Tenemos que prestar atención porque esta nube de máquinas, hiper influenciadores, han generado una cultura del exceso, exceso de comportamientos urgentes y exceso de demanda química, porque nunca se han tomado tantas drogas, todo tipo de dependencia impulsado por esa necesidad acrecentada por la velocidad.
Bien. dos preguntas: ¿La solución está en volver a vincularnos entre nosotros y nosotros con la Tierra? Y si puede profundizar ¿cómo todo ese bombardeo de cosas, esa generación de necesidades que se desprende del uso de las máquinas, está influyendo en la sociedad y en la naturaleza?
Estamos con un déficit de leyes internas, de capacidad de dar límites, porque a esté conglomerado industrial de publicidad no les interesan las reglas, las normas, son antidemocráticos. Mira a Elon Musk. Ellos son los reyes. Quieren todo para ellos. Entonces nos transmiten esta idea: no es necesario tener límites. Se puede todo. Ellos nos han convencido de que lo más importante es nuestra imagen, que tenemos que cuidar nuestra imagen, estamos preocupados con cómo vamos a aparecer en la pantalla, y hay una disociación entre nosotros y la imagen. Eso es muy serio porque hay una esquizofrenia. Somos tridimensionales, corporales, pero queremos siempre parecer ideales. Entonces hay una cultura de ostentación.
Eso es muy serio y está romantizando la naturaleza. No queremos ley para nosotros, creemos que podemos todo, porque de verdad solo podemos todo desde la imagen. Es como un niño de 13 años que vive identificado con los juegos videogames y ahí en los personajes son héroes, él tiene armas y es el vencedor. Nosotros somos como esos niños, siempre muy infantiles en la percepción y la naturaleza tiene sus límites, tiene sus leyes y se agota.
Esta falta de límite de conciencia está generando eso. Nosotros no queremos límite para nosotros, por eso tenemos tantos problemas de estrés, ansiedad, depresión… estamos muy perturbados.
El uso excesivo de pantallas, en líneas generales, lo que nos está transmitiendo es que no hay límites para nada y que podemos alcanzar lo que nos propongamos. Entonces nosotros, a nivel individual, ¿vamos hacia eso? ¿Es así?
Sería fácil con la palabra imaginario. Nosotros somos muy cuidadosos, criteriosos, con nuestra imagen de Instagram. Vivimos en un mundo imaginario que no es real.
¿Hay una desvinculación con el que está al lado?
Perfectamente. Sí. Fue muy bueno recordarlo, porque tenemos dos categorías: el hedonismo, el culto al placer, casi una nueva religión, y el individualismo que es ‘no sé qué pasa con el otro’, ‘no me interesa’ y ahí hay un quiebre, un archipiélago sin puentes…
Con el agregado de que, como ya se dijo acá, nuestra capacidad de reflexión también se ver disminuida con el uso excesivo de las pantallas… Cuando aparecen en las pantallas algo que nos toca, algo que nos moviliza, ni siquiera lo evaluamos…
Por eso la fiebre de las fake news, porque saben que estamos tan infantilizados, estamos retrasados… Hay un psicólogo infantil francés, Jean Piaget, que ha dicho que la conciencia moral del niño solo aparece con 7 años, a esa edad aparece la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo. O sea que siempre para enseñar lo bueno y lo malo, tenemos que considerar solo dos variables: el bueno y el malo. Y cuando empieza la adolescencia, el niño se da cuenta de que no solamente hay buenos y malos: hay factores dialécticos en el medio. Esta situación nos está devolviendo al estadio infantil: todo es comunismo o todo es liberalismo. Esa polarización nos embrutece.
¿Puede ser que estemos más perezosos en el uso del cerebro? ¿También perdemos memoria o no usamos la memoria?
Hay dos médicos que tienen libros maravillosos sobre el tema. Bueno, el libro “La fábrica de cretinos” lo dice.
Esto es muy importante volviendo a la pregunta que me hiciste antes sobre el sentido de empatía, y el retorno a las relaciones interpersonales.
¿Es posible que todo esto determine el resultado de una contienda electoral, que como ciudadana no logre discernir con claridad la mejor propuesta electoral?
Eso es la globalización. Lo estoy permitiendo como ciudadano si no estoy instruido, si tengo poca información. Sí, perfectamente. Hay una pérdida de identidad. La segunda parte de mi exposición hoy en la Multiversidad Popular es sobre la pérdida de sentimiento de pertenencia.
¿Cómo es eso?
Pertenecer es importante porque sustenta las relaciones interpersonales, el compromiso con las personas. Pertenecer a la Multiversidad, por ejemplo, tiene que ver con el vínculo.
Tenemos que fortalecer los vínculos porque los vínculos están muy anémicos, incluso los de sangre están muy virtuales, estamos viviendo vínculos de bluetooth, de Wireless, y necesitamos vínculos reales, de pertenecer.
¿Dónde ve esperanza para mitigar o revertir este proceso de disociaciones, individualismo y el retroceso en la reflexión y autonomía crítica?
Yo veo esperanza siempre en los jóvenes, en las organizaciones sociales, las organizaciones no gubernamentales, y en personas creativas que intentan salir de una posición de repetición.
Aquí cabría la metáfora del juego del vóley, un juego donde uno sale de la posición anterior, cambia siempre de posición, para seguir el juego. Eso es muy lindo, tiene mucho que ver con las estrategias de grupo: no se quede con su viejo rol, tiene que buscar otro ángulo; está muy distópico (en un mundo imaginario indeseable), por favor venga aquí, vamos a encender una lámpara verde de esperanza y ver eso…
Hay mucha cultura colaborativa, interpersonal, y claro trabajar también con aquellas personas que luchan por sus minorías, como las mujeres, los grupos LGTB y otros. Tenemos que ir hacia la disminución de los prejuicios, los preconceptos, y los estigmas sociales. Tenemos que caminar hacia esa dirección, hacia la comprensión.
Yo diría como esperanza: nosotros vivimos con tres A: una cultura de Automatismo, Algoritmo e Inteligencia Artificial. Ellos mandan todo y los robots son las crías de eso, son las máquinas inteligentes. Pero todavía no pueden con las 3 “E”: la Emoción, la Ética y la Empatía.
* Carlos Linhares es psicólogo y científico social con amplia formación interdisciplinar y amplia trayectoria como consultor e instructor en ambientes de organizaciones públicas y privadas. Tiene un doctorado en Ciencias Sociales y Salud Pública (ISC UFBA), una maestría en Ciencias Sociales (con énfasis en Antropología) y una licenciatura en Psicología (FFCH UFBA) y Filosofía por la UCSAL (Universidad Católica del Salvador). Tiene especializaciones en Procesos Grupales (SBDG y Escuela de Psicología Social de Buenos Aires) y Coaching Ejecutivo (ICI SP), habiendo realizado cursos de Psicología Grupal en España, Italia y Argentina. También tiene formación en psicoterapia psicoanalítica. Investigador en el campo de la Teoría Social, ha publicado varios artículos.
Prensa Instituto Superior Multiversidad Popular. 22 de Mayo de 2024, Posadas, Misiones.