La agroecología, el paradigma hacia el futuro

La agricultura convencional en base a plaguicidas muestras contundentes indicios de su fracaso. Mientras, se fortalece la agricultura sustentable, aquella que recrea sus condiciones de existencia y a la par, en tanto se multiplican alimentos sanos, recupera suelo, agua y biodiversidad. Así lo detalló el Ing. Agr. Javier Souza Casadinho, con   una destacada trayectoria en la temática, al disertar, junto al profesor en Ciencias Económicas Jorge Sena, en el cuarto módulo del postítulo “Actualización Académica, Especialización y Diplomatura Superior en Educación Ambiental y Ciudadanía Global”, que el Instituto Superior Multiversidad Popular brinda en Posadas y en Jardín América.

El cuarto módulo del postítulo, titulado “Educación Ambiental y Agricultura Sustentable”, tuvo lugar el 22 de agosto en Jardín América, y el 23 de agosto en Posadas.

En una entrevista que gentilmente nos concedió, que aquí compartimos, Souza Casadinho observó que la agricultura sustentable “no es una opción, es una necesidad”, y destacó que esta alternativa se afianza en el mundo, dado que la quinta Conferencia Internacional sobre Sustancias Químicas marca la eliminación de los plaguicidas,  y  que el tema es  parte de  la  agenda  del Convenio de Biodiversidad, en octubre en  Colombia.

Ing. Souza Casadinho, usted, con una vasta carrera especializada en investigación, capacitación y actividades vinculadas al impacto del uso de plaguicidas y a la producción agroecológica, ¿qué ve cuando mira a Misiones?

Javier Souza Casadinho (J.S.C.).Misiones es la provincia con más diversidad agrícola, con más productores familiares, y con más diversidad de naturaleza (selva, plantas, insectos, mamíferos…) de la Argentina, pero que está severamente amenazada por el avance de la frontera agrícola, con tecnologías y prácticas muy poco sustentables. Veo una provincia con un gran apego de la producción familiar, con biodiversidad cultivada, con productores que cultivan 5 – 6 especies (mandioca, hortalizas, yerba mate, frutales…), pero también veo un avance de la agricultura empresarial, tabacaleras, pero fundamentalmente forestales.  Entonces vemos una doble cara:  la provincia de la biodiversidad y de los colonos, y la provincia de la producción empresarial, de grandes empresas -y también los agricultores familiares-, haciendo uso de los plaguicidas.

El modelo de la agricultura convencional, con el uso extendido de agrotóxicos y el monocultivo, ¿fracasó? Puede darnos un ejemplo.

J.S.C. El modelo de agricultura convencional en base a plaguicidas muestra indicios de sus fracasos. La creciente necesidad de plaguicidas y fertilizantes para sostener la producción, tanto en Misiones como en otros lugares, es un indicio del fracaso. Necesitamos cada vez más insumos externos para sostener, no sustentar, la producción. Fertilizantes para reemplazar el ciclo de la materia orgánica (vanamente porque un fertilizante no cumple el rol de la materia orgánica en el suelo, solo da un tipo o dos de nutrientes, pero no nutre al suelo). La deforestación… Este modelo es excluyente, margina a los productores familiares, agota los suelos, provoca la pérdida de especies. Si pensamos que en 30 años la Argentina pasó de usar 30 millones de litros/ kilos de plaguicidas a casi 550 millones de litros/ kilos de plaguicidas, es un indicador de que el sistema está agotado.

Muchas veces los productores familiares, los tomadores de decisiones, los investigadores, los comunicadores, los extensionistas, no queremos ver estos indicadores de fracaso.

Los plaguicidas, los transgénicos, el uso de maquinaria pesada, los fertilizantes, están haciendo fuerte impacto en el ambiente.

Los productores cada vez son menos autónomos, y si desaparecen productores es porque el sistema fracasó. Un indicador es la cuestión social: entre el año 1998, el gobierno de Alfonsín, al 2002, el gobierno de Menem, desaparecen en la Argentina cerca de 140 mil unidades productivas, y entre el 2002 y el 2018, el último censo agrícola da cuenta  de la  desaparición  de  aproximadamente 130 mil productores.  Es decir, en 30 años desaparecieron casi 270 mil productores. Esto es un indicador de fracaso.

 

¿Y  cuál es la “nueva” agricultura? ¿La agricultura sustentable?

J.S.C. Hay caminos de transición hacia “nuevas viejas” formas de producir.

La agroecología es tan vieja como la humanidad. Solo en los últimos 150 años, con el incremento de uso de fertilizantes, y más acá en el tiempo, 70 años, con   el uso   de plaguicidas, fuimos generando ecosistemas insustentables.

Hay viejas formas que se van aggiornando:  la agroecología como movimiento, como ciencia, como paradigma, como sistema que busca aunar dinámicas; indicadores que incluyen a la producción, la tecnología, la diversidad biológica, bueno… nos permiten recuperar saberes, enriquecer con nuevos saberes y hacer nuevas propuestas, bajo un viejo paradigma.

Mirar la equidad intergeneracional, la equidad de género, atender a las problemáticas de cambio climático desde la investigación y desde la adaptación crítica, son nuevas miradas de esta agroecología.

Necesitamos que la agroecología sea el paradigma hacia el futuro.

¿Por qué la agricultura tiene que ser sustentable? ¿Cuándo una agricultura es sustentable?, ¿Qué practicas implica y qué beneficios para el ambiente y para el agricultor tiene? ¿El manejo ecológico es menos costoso que las prácticas de la agricultura tradicional industrial? ¿Si no se usan agrotóxicos, de qué manera se combaten las plagas?

J.S.C. La agricultura es sustentable en la medida que recrea sus condiciones de existencia.   Es la diferencia con lo que es sostenible, que requiere permanentemente de aportes externos de insumos. Hoy la agricultura en la Argentina es sostenida por insumos (fertilizantes, agroquímicos, transgénicos) pero de ninguna manera es sustentable.

Es sustentable cuando en sí mismo, dada la diversidad biológica de los agroecosistemas y la nutrición permanente de los suelos, no requiere del aporte permanente y constante de energía externa. Implica suelos bien alimentados con residuos orgánicos, residuos biodegradables, que se transformen en humus y después en nutrientes.

El humus es fundamental. Si no hay humos, el suelo no tiene propiedades químicas, físicas y biológicas, y tampoco tiene una adecuada   porosidad que retenga aire, agua, que permita la vida de millones de bacterias y de hongos, que son los responsables de descomponer la materia orgánica y transformarla en alimentos para las plantas. Es fundamental el humus para mejorar la acidez, la infiltración, para dar estabilidad a los agregados, para que las partículas de tierra no se rompan y que inicien después el proceso de planchado y erosión.

La   diversidad también es importante. La naturaleza siempre se expresa a partir de la diversidad. No hay sistemas naturales de monocultivo. Y ese es un indicador claro de la sustentabilidad. Hay que pensar en la   diversidad en cada agroecosistema, en cultivos anuales, perennes, herbáceas, arbóreas, para que haya vida, insectos   benéficos que vayan a predar a los perjudiciales, para que haya plantas que aporten mucha materia orgánica.

El   manejo ecológico, obviamente, desde las tecnologías de proceso, aquellas basadas en el conocimiento, que no implican el uso de insumos, son más económicas. Hay datos, y esto lo estamos viendo en algunas investigaciones en Buenos Aires: en la región pampeana el 50 por ciento del costo de hacer trigo hoy son plaguicidas y fertilizantes. Y tenemos productores de trigo agroecológicos que producen con un costo menor debido a que no compran semillas ni fertilizantes ni plaguicidas; van haciendo rotaciones entre agricultura y ganadería, crían ovejas, permitiendo el aporte de materia orgánica al suelo. También vemos en el   sector hortícola productores que están pasando a la agroecología porque no usan plaguicidas y mejora la calidad de su producto, con lo cual también pueden mejorar su precio.

El concepto de plagas es un concepto antropológico. Hablamos de plagas cuando un insecto o una planta silvestre, en términos ecológicos, aumenta muy rápidamente su población. Y esto pasa muchas veces cuando los seres humanos le recreamos las condiciones para que pueda multiplicarse: cuando hacemos monocultivo los insectos tienen más comida a disposición, cuando alimentamos mejor las plantas silvestres con el riego o cuando usamos plaguicidas y vamos viendo que las plantas silvestres van resistiendo y hacen falta dos, tres o más dosis. Siempre es posible manejar los insectos y plantas silvestres desde diferentes tecnologías: cómo sembramos, cómo preparamos el suelo, uso de trampas, preparados en base a sales minerales y estiércol…

 

¿Podemos decir que ya no se trata de una opción, sino de una necesidad?

J.S.C. Más que una opción, es una necesidad.

Con el uso creciente de fertilizantes que va agotando los suelos, contaminando el agua, que contamina los ríos, el aire e incide sobre las personas, en toda la vida, tomando el concepto amplio de salud socio ambiental, vemos la necesidad de repensar claramente esta necesidad. Hay dos ejemplos muy claros: dentro de dos meses, en octubre, se va a reunir el Convenio de Biodiversidad en Colombia y uno de los objetivos es reducir el riesgo, en principio del 50 por ciento, en el uso de plaguicidas para toda la biodiversidad. ¿Cómo se logra eso? No usando plaguicidas, y claramente los Convenios están hablando de ir hacia sistemas productivos sustentables. Por otra parte, la quinta Conferencia Internacional sobre Sustancias Químicas, en su objetivo 7, marca la eliminación de los plaguicidas, comenzando por los altamente peligrosos, y dice reemplazar, no por otros plaguicidas, sino por estrategias y prácticas agroecológicas.

 

 ¿Cuál es el rol de las instituciones educativas en este contexto?

J.S.C. Las escuelas primarias y secundarias, la educación formal y la educación informal, las universidades, tenemos un rol fundamental para generar e intercambiar conocimientos con los productores, para dar a luz esos conocimientos, para comunicar; para que emerja el conocimiento comunitario y para mestizarlo con el conocimiento más científico, pero también para denunciar problemáticas, acompañar a los productores.

Tenemos un rol fundamental de mirar la vida desde otra manera; pensar la inclusión  de los seres humanos en la naturaleza, pensar una  mirada biocéntrica sobre la salud socio ambiental.

 

A un productor tradicional de Misiones que entiende la importancia de la agricultura sustentable, pero cree que no es redituable económicamente, que necesita un monocultivo de tabaco, con uso de agrotóxicos, porque es lo que hoy le genera dinero y obra social.  ¿Qué le diría?

J.S.C. He estado viviendo en zona tabacalera y charlando con productores. El tabaco, el cultivo maldito, que permite producir y generar excedente, pero al mismo tiempo condena a usar permanentemente agrotóxicos. Y hay una mirada: ¿qué queremos? salud o más dinero. No es fácil porque es parte del sustento.

El tabaco es el cultivo que permite transformar nuestro cuerpo, como un don que tenemos, en dinero.

Tenemos que generar otras estrategias, alterativas, y es importante el rol de la política pública en dar un marco para que se pueda pensar en alternativas, para la tenencia de  la tierra, algo fundamental en la agroecología, ya que hay prácticas y tecnologías cuyos resultados se van viendo en el tiempo y el si el productor no tiene un vínculo legal con la tierra, quizás no  la  puede  poner  en práctica.

Es una situación delicada, entre la   inmediatez de llevar la comida y tener una obra social, o generar otras estrategias productivas trabajando entre productores.

 

Leí en una entrevista que le hicieron una declaración suya donde dice: “Siempre digo que la agronomía es una actividad ilícita y está bien que los productores ganen dinero, es una actividad noble trabajar con bienes comunes naturales”. Me impactó la claridad con la que ilustra la responsabilidad que tiene cada productor al trabajar la tierra, y al mismo tiempo las dificultades que enfrenta para dejar las prácticas tradicionales y volcarse a la agroecología, a la producción sustentable.

¿Cuáles cree usted que son los mayores obstáculos y cuáles las fortalezas para ese cambio?

J.S.C. La   actividad agrícola es una actividad lícita, es una de las más nobles. Trabajo con campesinos y con productores capitalizados, y veo ese amor por la tierra. Es una actividad que nos pone a todos en la necesidad de dar cuenta de lo que estamos haciendo, de buscar juntos respuestas a las problemáticas.

Ahora, tenemos que pensar juntos cuál es la rentabilidad, buscar una rentabilidad sustentable. Obtener el máximo rendimiento / beneficio muchas veces implica exacerbar el uso de insumos que puede ser económicamente rentable pero que no   es sustentable.

Tenemos que abrir un poco la mente, ¿no? Como nos enseñó Vandana Shiva: nos monocultivaron la mente y después el campo.

Repensar esa idea: los bienes naturales no son recursos. El suelo, el aire, el agua, la selva, pasturas, los insectos y bacterias presentes en el suelo son bienes comunes y no deberían tener una propiedad privada, y tenemos la responsabilidad de protegerlos.

A veces el cambio no se produce por desconocer las prácticas, por no contar con  el  acompañamiento  necesario en  los  procesos de transición,  por  la comodidad de estar usando un paquete tecnológico que da seguridad…Desde  una  mirada  más amplia  tenemos que generar tecnologías, cuestiones  impositivas, tenemos  que actuar investigando y organizándonos de múltiples maneras.